No hay grietas, "huecos propicios", ni continentes que puedan contener el espesor del acostumbramiento a un cuerpo, el cuerpo de la amada.
No hay almas, se dijo y, resignadamente, volvió al detalle de unas de esas oscuras y atormentadas noches que una y otra vez pintó Van Gogh...
...la imagen de Ella volvía cada tanto a su mente...
Qué no hubiera pintado Vincent si una mujer hubiese habitado --con el espesor de la amorosa costumbre-- esa solitaria, seca e implorante cama que tanto lo atormentó
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