sábado, 27 de agosto de 2011

CESARE PAVESE: "Pido perdón a todos y a todos perdono. No chismorreen demasiado". Así se depidió el 27 de agosto de 1950.


Vivió tan sólo 42 años: en el tiempo que va de 1908 a 1950. Pero su corta vida le bastó para ubicarse entre los más sólidos e influyentes intelectuales italianos de su época, --a diferencia de esos colegas, su figura y obra no dejan de ser visitada y leída-- como así también novelista y poeta, además de traductor (Steimbeck, Faulkner, Defoe).
Nacío en Santo Stéfano Belbo, en el Piemonte, y emocionalmente... nunca dejó ese lugar. Murió en Turín y lo hizo por propia voluntad, ingiriendo seis sobres de somníferos, en una habitación del Hotel Roma. ¿Qué lo llevó a esta final y fatal decisión? Nadie, nunca lo sabrá. Pero en muchas de las páginas de su Diario permiten acercarse a su pensamiento y su modo de mirar/se en tanto hombre y su obra.
Este nuevo aniversario de su adiós es una oportunidad para acercarnos a él, los que ya los conocemos, para recordarlo, y para quienes aún no lo leyeron, para descubrirlo leyendo sus novelas, poemas y ensayos. (Dicho sea de paso, fue un hombre de libros, pero también un hombre público que supo comprometerse con su época y, siendo antifascista, fue encarcelado por Musolini por esa condición).
Qué los registros de sus últimos tres días en su Diario nos sirvan para ver al Hombre Pavese y un poema (¡qué pecado y arduo es elegir un solo poema suyo!) para escuchar la palabra del Poeta Pavese.

16 de Agosto.

"Querida mía, quizás tú seas verdaderamente la mejor --la verdadera. Pero ya no tengo tiempo para decírtelo, de hacértelo saber --y además, si todavía pudiese, queda la prueba, la prueba, el malogro.
Veo hoy claramente que desde los 28 hasta hoy siempres he vivido bajo esta sombre --alguien la llamaría un complejo. Diga sin embrago que es algo mucho más sencillo.
También tú eres la primavera, una elegante, increíblemente dulce y flexible primavera, suave, fresca, esquiva --corrompida y buena-- "una flor del dulcísimo valle del Po", diría quien yo sé.
Y sin embrago tú eres sólo un pretexto. La culpa, después de mía, es sólo de la "inquieta acongojada que sonríe ella sola".

¿Por qué morir? Nunca he estado tan vivo como ahora, nunca tan adolescente.

Nada se suma al resto, al pasado. Volvemos a empezar siempre.

Un clavo saca a otro clavo. Pero cuatro clavos hacen una cruz.

Mi papel público lo he hecho hasta donde he podido. He trabajado, he regalado poesía a los hombres, he compartido las penas de muchos".

17 de Agosto.

"Los suicidios son homicidios tímidos. Masoquismo en vez de sadismo.

El placer de afeitarme después de dos meses de cárcel --de afeitarme yo, delante de un espejo, en una habitación del hotel, y fuera estaba el mar.

Es la primera vez que hago balances de un año todavía no terminado.

En mi oficio soy rey.
En diez años lo he hecho todo. ¡Si pienso en las dudas de entonces!
Nunca he estado más desesperado y perdido que entonces. ¿Qué he conseguido? Nada. He ignorado durante unos años mis taras, he vivido como si no existiesen. He sido estoico. ¿Era heroísmo? No, no me ha costado nada. Y luego, al primer asalto de la "inquietud acongojada", he vuelto a caer en las arenas movedizas. Desde marzo me debato en ellas. No importan nos nombres. ¿Són algo más que nombres al azar, nombres casuales --si no aquellos, otros? Queda que ahora sé cuál es mi más alto triunfo --y a este triunfo le falta la carne, le falta la sangre, le falta la vida.
No tengo nada que desear en este mundo, salvo lo que quince años de fracasos excluyen ahora.
Este el el balance del año no acabado, que no acabaré.

¿Te asombra que los demás pasen a tu lado y no sepan, cuando tú pasas al lado de tantos y no sabes, no te interesa, cuál es su pena, su cáncer secreto?"

18 de Agosto

"Siempre sucede lo más secretamente temido.
Escribo: Oh Tú, ten piedad. ¿Y después?

Basta un poco de valor.

Cuanto más preciso y determinado es el dolor, más se debate el instinto de vivir, y se debilita la idea del suicidio.

Parecía fácil, al pensarlo. Y sin embargo hay mujercitas que lo han hecho. Hace falta humildad, no orgullo.

Todo esto da asco.
No palabras. Un gesto. No escribiré más".


LA NOCHE

Pero la noche ventosa, la límpida noche
que el recuerdo únicamente rozaba, está distante,
es un recuerdo. Perdura una calma asombrada,
hecha también de hojas y de nada. No queda,
de aquel tiempo allende los recuerdos, sino un vago
recordar.

A veces durante el dia regresa,
en la luz inmóvil del día estival,
aquel remoto estupor

Por la ventana vacía
el niño contemplaba la noche sobre los cerros
negros y frescos y se asombraba al hallarlos hacinados:
vaga y límpida inmovilidad. Entre las frondas
que susurraban en la oscuridad, asomaban los cerros
donde todas las cosas del día, las laderas
y las plantas y las viñas eran nítidas y muertas
y era otra la vida, de viento, de cielo
y de hojas y de nada.

A veces regresa,
en la inmovilidad calma del día, el recuerdo
de aquel vivir absorto, en la luz asombrada.



NOTA. Tomado de "El oficio de vivir"-(Diario). (Seix Barral. Buenos Aires, 1993) y de "Poesías Completas". (Visor Libros. Madrid, 1995) de Cesare Pavese, respectivamente.

viernes, 19 de agosto de 2011

UN CABALLO ROJO, FURIOSAMENTE ROJO. (Un capítulo de la novela en la que estoy trabajando).



BREVE INTRODUCCIÓN.
Son los oscuros años del Proceso. Edgardo C. Castró, personaje de mi segunda novela --"UNA TERCERA NOVELA ANTES DE MI PROPIO FIN", 2009-- ha sido detenido, secuestrado y se halla en una celda, solo; intuye que es el edificio --que ha dibujado mentalmente y apoyándose en los recuerdos de sus pasos por largos pasillos y niveles diferentes-- de la ESMA, pero no puede afirmarlo. Está solo allí, la celda de su propio cuerpo, y para no enloquecer escribe, escribe en hojas de papel que alguien se lo pasa por debajo de la puerta. Ha perdido noción del tiempo y todo contacto con el afuera. Está solo y se inventa la compañía de Rebeca, Rebequita, una perra colincha, petisa, de pelo atigrado y ojos saltones, que hará de testigo de su rumiar y girar en círculos para no entumecerse y será, también, su confidente e interlocutora. Escribe, porque es escritor, y porque allí es lo único que puede hacer: y es, también, lo que lo puede salvar de la locura del silencio: el silencio de su celda, empotrada en un edificio que, intuye enorme, y del silencio de su propio pensar, devariar, preguntarse... Escribe, como puede hacerlo un hombre maduro, que ha sido --a través de los meses y años-- largamente torturado en largas sesiones de tormento. Escribe como puede...


UN CABALLO ROJO, FURIOSAMENTE ROJO.

"Ninguna creación es inocente. A ver: si en un tapiz recreás un paisaje, con árboles cerca de un arroyo, con pájaros, delante de unas suaves colinas, entonces estás mostrando sólo eso. Ahora, si a ese paisaje le agregás un caballo rojo, furiosamente rojo... entonces estás creando y ahí aparece, puede aparecer el signo... aparecen los interrogantes, los intérpretes, los que califican, los que censuran, los que te pueden decir, ¡NO!.
Si pintás una bandera, una celeste y blanca, doblada a los pies de un caballo con piernas ortopédicas... entonces aparece el signo, aparece el conflicto, aparecen los que pueden decirte, ¡NO!
Si dibujás un avioncito, en un vuelo nocturno (sabés que acá se escuchan rumores semejantes) y arrojando personas dopadas al río... ¡Entonces en un par de horas más tarde podés ser "boleta"...!!!
Ningún arte es inocente... Hablo de Arte y de Creación: no de destreza técnica para copiar un modelo, reproducir un paisaje.
Si yo me diese, Rebequita, a malgastar papel y te dibujase sonriendo con los dientes celeste y blancos pero con manchitas de un podrido amarillo marrón de la nicotina... entonces estaría tentándolos a Ellos: ¡si lo vieran me darían "máquina" aquí mismo!
Por mí... ya estoy acostumbrado... ¡Me han dado tanta biaba! Pero no me gustaría que Ellos me torturen delante de vos, Rebequita. ¡Pobrecita!, te podría qudar una gran angustia y un tormento permanente en el alma y no sería justo que una pequeña criatura como vos sufra por estos desalmados milicos.
Escuchame bien Rebequita: ninguno de Ellos, ninguno de estos malditos uniformados con rosario al cuello, ninguno de Ellos valen lo que vos, ¡Ninguno!
Si Ellos me escucharan hablándote dirían que estoy haciendo arte oral ¡"degenerado"!
Aquí adentro tenemos que cuidarnos, Rebeca, cuidarnos y mucho. Cuidarnos y resistir, para salir los dos y juntos, de este lugar, cuando sus puertas , porque algún día tendrá que pasar.. cuando sus puertas se abran a la calle... y se abran para nosotros"



ROSARIO, 20 de agosto del 2011


miércoles, 10 de agosto de 2011

Delmira Agustini. "Un meteoro deslumbrante que atravesó el cielo de la poesía". Tres poemas.



Muy joven comenzó a publicar su poesía. Muy joven se relacionó con destacados intelectuales rioplatenses. Muy joven se casó, en un maltrazado matrimonio. ¡Y muy joven dejó esta vida la poetisa Delmira!
Nació montevideana en 1886 y en esa misma ciudad dejó su vida, en 1914, la que le fue quitada por quien había sido su marido. De manera trágica la perdió: con dos disparos de quien supo profesarle amor... (Enrique Job Reyes, se llamaba el homicida).
Tan sólo vivió 28 años. Tan breve vida le alcanzó para ser situada en un lugar de preferencia en la Poesía en nuestra lengua. Tan lograda voz poética que llevó a decir al crítico uruguayo Alberto Zum Felde, en su Prólogo a Poesías Completas, que "Su vida fue un meteoro deslumbrante que atravesó el cielo de la poesía, dejando un rastro imborrable de sangre y de fuego". Me parece una feliz metáfora en tanto "meteoro": el de un paso fugaz, breve, a la vez que poderoso por lo que ha dejado tras su paso.
Valgan estos tres poemas (que transcribo respetando aún los errores... eventuales de la Edición de Losada) para, tal vez, acercar a unos a su lírica, y a otros, para refrescarles su voz: la voz de la poetisa, Delmira, que sigue escribiendo en tanto nuevos lectores la "descubren" y prestan oído a sus versos.


EXPLOSIÓN, de El libro blanco (1907).

¡Si la vida es amor, bendita sea!
¡Quiero más vida para amar!
Hoy siento que no valen mil años de la idea
lo que un minuto azul de sentimiento.

Mi corazón moría triste y lento...
Hoy abre en luz como una flor febea.
¡La vida brota como un mar violento
donde la mano del amor golpea!

Hoy partió hacia la noche, triste, fría,
rotas las alas mi melancolía;
como una vieja mancha de dolor
en la sombra lejana se deslíe...
¡Mi vida toda, canta, besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca en flor!

-----O-----o---

LA BARCA MILAGROSA, de Cartas de la mañana (1910).

Preparadme una barca como un gran pensamiento...
La llamarán "La Sombra" unos, otros "La Estrella".
No ha de estar al capricho de una mano o de un viento:
¡yo la quiero consciente, indomable y bella!

La moverá el gran ritmo de un corazón sangriento
de vida sobrehumana; he de sentirme en ella
fuerte como en los brazos de Dios. En todo viento,
en todo mar templadme su prora de centella.

La cargará de toda mi tristeza, y, sin rumbo,
iré como la rota corola de un nelumbo,
por sobre el horizonte líquido de la mar...

Barca, alma humana: ¿hacia qué tierras nuncas vistas,
de hondas revelaciones, de cosas imprevistas
iremos?... Yo ya muero de vivir y soñar...

-----O-----o---

BOCA A BOCA, de El Rosario de Eros (1924).

Copa de vida donde quiero y sueño
beber la muerte con fruición sombría,
surco de fuego donda logra Ensueño
fertes semillas de melancolía.
Boca que besa a distancia y llamas
en silencio, pastilla de locura
color de sed y húmeda de llamas...
¡verja de abismos es tu dentadura!

Sexo de un alma triste de gloriosa,
el placer unges de dolor: tu beso,
puñal de fuego en vaina de embeleso,
me come en sueños como un cáncer rosa...
Joya de sangre y luna, vaso pleno
de rosas de silencio y de armonía.
nectario de su miel y su veneno,
vampiro vuelto mariposa al día.

Tijera ardiente de glaciales lirios.
Panal de besos, ánfora viviente
donde brillan delicias y delirios
fresas de aurora en vino de poniente...
Estuche de encendidos terciopelos
en que su voz es fúlgida presea,
alas del verbo amenazando vuelos,
cáliz en donde el corazón flamea.

Pico rojo del buitre del deseo
que hubiste sangre y alma entre mi boca,
de tu largo y sonante picoteo
brotó una llaga como flor de roca.

Inaccesible... Si otra vez mi vida
cruzas, dando a la tierra removida
siembra de oro tu verbo fecundo,
tú curarás la misteriosa herida:
lirio de muerte, cóndor de vida.
¡Flor de tu beso que perfuma al mundo!

-----O-----o---


NOTA: Tomado de "Poesías Completas", de Delmira Agustini.
Editorial Losada. Buenos Aires, 2008.

jueves, 4 de agosto de 2011

FERNANDO PESSOA. La calma desesperación elegida: un "capítulo-ensayo" de mi segunda novela.



Entre los años 2008 y 2009 escribí mi segunda novela, UNA TERCERA NOVELA ANTES DE MI PROPIO FIN, en ella el protagonista --un escritor porteño, de mediana edad, obeso, alcohólico, depresivo, solitario-- se propone, en una larga noche de septiembre de 1972 en su casa en el barrio de Barracas, en el Sur de la violenta Buenos Aires de los violentos setentas, pasarla sin beber una gota de alcohol: mientras lo intenta escribe recordando algunas de sus experiencias pasadas y recientes. Hace frío en esa noche de septiembre. Quiere beber fuertes bebidas pero se niega y se auxilia en la escritura: intentando escribir.
Comparto aquí un capítulo "ensayo" y lo hago a pedido de algunas de mis amigas.


LA CALMA DESESPERACIÓN ELEGIDA

"Así se escribe. Así se bebe. Así se dura. Trabajando. Bebiendo. Escribiendo. Escribiendo. Escribiendo en su propio nombre y brindando, en silencio, por sí mismo. Escribiendo por los otros, con ellos y en ellos. Son dobles suyos. Imágenes encarnadas en sí mismo. Siendo él escribirá como decenas de otros sí mismo. Heterónimos, así los llamamos; pero son más que eso, rudimentario. Escribió siendo muchos otros, pero los más reconocidos, y tal vez los más importantes, fueron Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos y Bernardo Soares, con cuyo nombre nos legó uno de los textos más dolorosos y personales e inolvidables texto del siglo, LIBRO DEL DESASOSIEGO, y que yó conocí por medio de una amiga que estudiaba el idioma portugués. Escribiría con sus nombres o cualquiera de los otros. Día a día, noche a noche, irá escribiendo y bebiendo. Escribiendo y escribiéndose hasta agotarse y bebiendo hasta el hartazgo. Escribiendo y llenando un baúl de sus escritos: baúl que, quizá, sería su única pertenencia. Un baúl lleno de sus poemas y escritos que tras su muerte irá descubriendo para el mundo su tesoro, el tesoro de este poeta que escribió muchas de sus páginas de pie y bebiendo junto a la barra del café Brasileiro o del Martinho de Arcada. Escritura singular que puede decirse es algo así como el resumen de tantas y diversas escuelas filosóficas de la Grecia Antigua y de la Roma posterior.
Hombre y poeta. poeta y prosista. Creador y alcohólico. Hombre sensible quese pierde, con consciencia, para sí y para los demás. El alcohol le mina la salud y le acorta la vida, pero él sigue escribiendo y bebiendo. Alternando las horas del trabajo, llevando los libros del "patrón Vazquez", con las horas en el café, bebiendo y escribiendo. No tenía nada y le faltaba todo. Alguna vez tuvo una tía y vivía en su casa, después vivió solo en su cuarto de pensión durante largos y solitarios años. No tenía familia, no tenía mujer ni hijos y no se le conocieron novias o amantes, (aunque quizá hubo una mujer... sólo quizá). No tenía propiedades materiales y apenas contaba con una modestísima renta que no le alcanzaba para vivir y lo obligaba a recorrer la Rua dos Douradores cada jornada.
Bebía para hacer tolerable su vida solitaria: beber era un modo de suicidarse, de "vomitarse", decía. Una forma de morirse antes, de retirarse antes de su Lisboa a la que cantó como ninguno antes. Vivió todo lo que pudo. Escribió hasta más no poder y más. Bebió hasta que todo su valle se anegó, y se les rompieron todos los diques: bebió hasta que reventó. Oficialmente murió "de cirrosis". Cuando murió se fueron con él todos sus heterónimos. Pero volvamos hacia atrás, hacia sus días comunes...

Sale hacia su trabajo. Camina firme sobre sus zapatos negros y con cordones. Va prolijamente vestido en su traje negro y camisa blanca con moñito, su abrigo y sombrero, y lente con montura, y un bigote bien cuidado. Invariablemente lleva un cigarrillo entre los labios. Va hacia su trabajo sabiendo que debe resignarse a que pasen las horas y librarse de esa obligación y caminar hasta el café Brasileiro o el Martinho de Arcada para beberse un "macieira", (aguardiente, o vasos de vino tinto o blanco, le daba lo mismo. Pero camina hacia su labor diaria: allí corregirá números, ordenará otros, revisará papeles, firmará cada diario control de las cuentas, así todo el día hasta que a la hora de la salida saludará a los compañeros y se retocará la ropa antes de salir y desandará el camino por la Rua dos Douradores hasta un café. Caminará tratando de llenarse, con fruición, de los incontables y nimios detalles de las casas y de los paseantes de su querida Lisboa.

Ya en el café que hubiera elegido esa tarde pedía su primer vaso fuerte y de pie escribía, siendo siempre, o casi siempre, otros: esos dobles de sí mismo pero que no eran él y que tenían, cada uno de ellos, su nombre propio, su fe, su visión del mundo, su ideología, su humor y un definido estilo a la hora de expresarse por escrito, la única dimensión por la que fueron, pudiendo ser y siendo por medio del poeta-receptáculo. Era el cántaro y el agua contenida allí.

Después de horas de escribir y beber se despedía, discretamente, y retomaba la Rua que lo dejaría en su cuarto rentado. Allí se quitaría el saco y el sombrero, se serviría un trago y escribiría un rato más.

Así sería por largos años hasta que su debilitada, su minada, salud le dijo basta y estalló del alcohol: tenía 47 años. Y fue enterrado con el nombre de uno de sus dobles. Él, que escribío de la ilusión de la libertad, del mundo de los sueños y de las sombras, ahora, en su muerte, vestía de sueños y de sombras su propio nombre en la lápida.
Había escrito infatigablemente. Había bebido incansablemente. Se había creado dobles para poder ser, él mismo en ellos.

Su obra está ubicada entre los más altos alcances literarios de este siglo.

Este incomparable y singular poeta y filósofo (sin título), este humanista irrepetible, cuya voz duele y llama a la comprensión se llamaba FERNANDO PESSOA.

En LIBRO DEL DESASOSIEGO, en el apartado 262, escribió, "No soy nadie. No sé sentir, no sé pensar, no sé querer. Soy el personaje de una novela que alguien escribirá". Escribió esto como Bernardo Soares, pero lo dijo únicamente como el mismo podía decirlo.

Supe tener amigas, pero se han ido alejando: se negaban a ver cómo me obstinaba en arruinarme y, lo que es peor, cómo atrofiaba mis talentos. Recuerdo que hablando cierta vez con una de ellas, sobre mi idea de suicidarme, me preguntó qué sería de todos mis personajes, los que ya eran parte de las dos primeras novelas y aquellos que bocetaba para posibles cuentos y para mi fracasada tercera novela, recuerdo con claridad que le dije, "yo también soy un personaje a la par de ellos". Y es que tantas veces me sentí un personaje de novela, ya desde tiempo antes de mi entrega voluntaria al alcohol. Pasaron los años y me convertí, no en un personaje de novela, sino en un personaje borracho de una novela que quizá alguien escriba".



NOTA: Tomado de UNA TERCERA NOVELA ANTES DE MI PROPIO FIN.
Copyright RAFAEL STURLA.
Buenos Aires, 2009. Registro de Propiedad Intelectual en trámite.