jueves, 4 de agosto de 2011

FERNANDO PESSOA. La calma desesperación elegida: un "capítulo-ensayo" de mi segunda novela.



Entre los años 2008 y 2009 escribí mi segunda novela, UNA TERCERA NOVELA ANTES DE MI PROPIO FIN, en ella el protagonista --un escritor porteño, de mediana edad, obeso, alcohólico, depresivo, solitario-- se propone, en una larga noche de septiembre de 1972 en su casa en el barrio de Barracas, en el Sur de la violenta Buenos Aires de los violentos setentas, pasarla sin beber una gota de alcohol: mientras lo intenta escribe recordando algunas de sus experiencias pasadas y recientes. Hace frío en esa noche de septiembre. Quiere beber fuertes bebidas pero se niega y se auxilia en la escritura: intentando escribir.
Comparto aquí un capítulo "ensayo" y lo hago a pedido de algunas de mis amigas.


LA CALMA DESESPERACIÓN ELEGIDA

"Así se escribe. Así se bebe. Así se dura. Trabajando. Bebiendo. Escribiendo. Escribiendo. Escribiendo en su propio nombre y brindando, en silencio, por sí mismo. Escribiendo por los otros, con ellos y en ellos. Son dobles suyos. Imágenes encarnadas en sí mismo. Siendo él escribirá como decenas de otros sí mismo. Heterónimos, así los llamamos; pero son más que eso, rudimentario. Escribió siendo muchos otros, pero los más reconocidos, y tal vez los más importantes, fueron Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos y Bernardo Soares, con cuyo nombre nos legó uno de los textos más dolorosos y personales e inolvidables texto del siglo, LIBRO DEL DESASOSIEGO, y que yó conocí por medio de una amiga que estudiaba el idioma portugués. Escribiría con sus nombres o cualquiera de los otros. Día a día, noche a noche, irá escribiendo y bebiendo. Escribiendo y escribiéndose hasta agotarse y bebiendo hasta el hartazgo. Escribiendo y llenando un baúl de sus escritos: baúl que, quizá, sería su única pertenencia. Un baúl lleno de sus poemas y escritos que tras su muerte irá descubriendo para el mundo su tesoro, el tesoro de este poeta que escribió muchas de sus páginas de pie y bebiendo junto a la barra del café Brasileiro o del Martinho de Arcada. Escritura singular que puede decirse es algo así como el resumen de tantas y diversas escuelas filosóficas de la Grecia Antigua y de la Roma posterior.
Hombre y poeta. poeta y prosista. Creador y alcohólico. Hombre sensible quese pierde, con consciencia, para sí y para los demás. El alcohol le mina la salud y le acorta la vida, pero él sigue escribiendo y bebiendo. Alternando las horas del trabajo, llevando los libros del "patrón Vazquez", con las horas en el café, bebiendo y escribiendo. No tenía nada y le faltaba todo. Alguna vez tuvo una tía y vivía en su casa, después vivió solo en su cuarto de pensión durante largos y solitarios años. No tenía familia, no tenía mujer ni hijos y no se le conocieron novias o amantes, (aunque quizá hubo una mujer... sólo quizá). No tenía propiedades materiales y apenas contaba con una modestísima renta que no le alcanzaba para vivir y lo obligaba a recorrer la Rua dos Douradores cada jornada.
Bebía para hacer tolerable su vida solitaria: beber era un modo de suicidarse, de "vomitarse", decía. Una forma de morirse antes, de retirarse antes de su Lisboa a la que cantó como ninguno antes. Vivió todo lo que pudo. Escribió hasta más no poder y más. Bebió hasta que todo su valle se anegó, y se les rompieron todos los diques: bebió hasta que reventó. Oficialmente murió "de cirrosis". Cuando murió se fueron con él todos sus heterónimos. Pero volvamos hacia atrás, hacia sus días comunes...

Sale hacia su trabajo. Camina firme sobre sus zapatos negros y con cordones. Va prolijamente vestido en su traje negro y camisa blanca con moñito, su abrigo y sombrero, y lente con montura, y un bigote bien cuidado. Invariablemente lleva un cigarrillo entre los labios. Va hacia su trabajo sabiendo que debe resignarse a que pasen las horas y librarse de esa obligación y caminar hasta el café Brasileiro o el Martinho de Arcada para beberse un "macieira", (aguardiente, o vasos de vino tinto o blanco, le daba lo mismo. Pero camina hacia su labor diaria: allí corregirá números, ordenará otros, revisará papeles, firmará cada diario control de las cuentas, así todo el día hasta que a la hora de la salida saludará a los compañeros y se retocará la ropa antes de salir y desandará el camino por la Rua dos Douradores hasta un café. Caminará tratando de llenarse, con fruición, de los incontables y nimios detalles de las casas y de los paseantes de su querida Lisboa.

Ya en el café que hubiera elegido esa tarde pedía su primer vaso fuerte y de pie escribía, siendo siempre, o casi siempre, otros: esos dobles de sí mismo pero que no eran él y que tenían, cada uno de ellos, su nombre propio, su fe, su visión del mundo, su ideología, su humor y un definido estilo a la hora de expresarse por escrito, la única dimensión por la que fueron, pudiendo ser y siendo por medio del poeta-receptáculo. Era el cántaro y el agua contenida allí.

Después de horas de escribir y beber se despedía, discretamente, y retomaba la Rua que lo dejaría en su cuarto rentado. Allí se quitaría el saco y el sombrero, se serviría un trago y escribiría un rato más.

Así sería por largos años hasta que su debilitada, su minada, salud le dijo basta y estalló del alcohol: tenía 47 años. Y fue enterrado con el nombre de uno de sus dobles. Él, que escribío de la ilusión de la libertad, del mundo de los sueños y de las sombras, ahora, en su muerte, vestía de sueños y de sombras su propio nombre en la lápida.
Había escrito infatigablemente. Había bebido incansablemente. Se había creado dobles para poder ser, él mismo en ellos.

Su obra está ubicada entre los más altos alcances literarios de este siglo.

Este incomparable y singular poeta y filósofo (sin título), este humanista irrepetible, cuya voz duele y llama a la comprensión se llamaba FERNANDO PESSOA.

En LIBRO DEL DESASOSIEGO, en el apartado 262, escribió, "No soy nadie. No sé sentir, no sé pensar, no sé querer. Soy el personaje de una novela que alguien escribirá". Escribió esto como Bernardo Soares, pero lo dijo únicamente como el mismo podía decirlo.

Supe tener amigas, pero se han ido alejando: se negaban a ver cómo me obstinaba en arruinarme y, lo que es peor, cómo atrofiaba mis talentos. Recuerdo que hablando cierta vez con una de ellas, sobre mi idea de suicidarme, me preguntó qué sería de todos mis personajes, los que ya eran parte de las dos primeras novelas y aquellos que bocetaba para posibles cuentos y para mi fracasada tercera novela, recuerdo con claridad que le dije, "yo también soy un personaje a la par de ellos". Y es que tantas veces me sentí un personaje de novela, ya desde tiempo antes de mi entrega voluntaria al alcohol. Pasaron los años y me convertí, no en un personaje de novela, sino en un personaje borracho de una novela que quizá alguien escriba".



NOTA: Tomado de UNA TERCERA NOVELA ANTES DE MI PROPIO FIN.
Copyright RAFAEL STURLA.
Buenos Aires, 2009. Registro de Propiedad Intelectual en trámite.

No hay comentarios:

Publicar un comentario