La abuela amaba los decorados frutales
en plato, fuentes y manteles.
Una tarde la abuela rompió un plato como éste:
"Cada tanto hay que romper algunas cosas que amamos
para cambiar y renovar nuestro amor por este mundo", dijo.
Nadie, ni sus hijos ni sus nietos le reprochamos nada.
Tres tardes después de eso la abuela se dejó morir
en la amplia y bella cama de sábanas de sutil gasa
con apliques bordó.
La nota que dejó en el cajón de su mesita cabecera decía:
"Muero para cambiar. Me voy con gratitud. Para cambiar".
Una tarde la abuela se nos fue así: abriéndose puertas se fue.
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