"Para mi generación --dijo escribió recientemente Andrés Calamaro-- el flaco Spinetta era ya su propio Gardel". Se puede suscribir esta afirmación o no, pero más allá de eso este cantante, este músico, este artista, es, y desde hace décadas, uno de los más grandes músicos que ha dado nuestro país. Sús letras son distintas al resto, y su melodía, su sello, es reconocible: arte irrepetible que además acompaña un modo de mirar las cosas y de plantarse ante la realidad de modos que no condicen con el cliché. Ésto lo hace aún más grande. Spinetta es distinto a todos y su obra no es para los estruendos: tiene que ver con un modo de latir de las cosas, de las sensaciones, del mundo en pausas que hacen posible mirar, escuchar y sentir diferentes. (Diría que su arte es ecológico). Calamaro también habló de su "guión armónico, melodioso, poético". El flaco Spinetta tiene todo eso y mucho más. Y sus seguidores son legión. Ante cada nuevo álbum, ante cada nueva canción hay que escucharlo atento y volverlo a oír, hasta que la "entendemos" y el disfrute comienza.
Éste músico es una de nuestras joyas más preciosas. Los premios sólo dicen algo. A Spinetta hay que escucharlo cantar. Con todos los sentidos atentos. Con eso basta.
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