sábado, 26 de noviembre de 2011

"El niño de Vallecas" y El niño de Nonogasta: de enigmas, preguntas y obviedades capitalistas...



Entre "El niño de Vallecas", cuadro de Velázques y puesto en poesía por León Felipe, y "El niño de Nonogasta", poema de mi autoría, hay al menos una coincidencia: ambos murieron muy pronto: en su primera juventud, aquél, y apenas niño, este último.

El niño --su nombre era Francisco Lezcano-- retratado por Velázquez presentaba una patología de malformaciones, quizás "hipotiroidismo infantil" atenuda y que se evidenciaba en su "talla corta, frente abombada, puente nasal chato y manos regordetas".

Mi niño, de Nonogasta, había nacido "sano" pero dentro de una historia familiar de privaciones... y en unas condiciones de vida que cuestiona por sí solas otras: manifestadas a minutos de donde se desarrollaba el drama de su familia.

Aquél niño presentaba enigmas que la Ciencia médica respondió siglos más tarde. El mío evidencia las "obviedades"... de la avaricia que es la estructura del capitalismo: en los noventa se lo llamaba "salvaje", ¿cómo llamarlo hoy, en tiempos en que "Todo lo sólido se desvanece en el aire", según Marshall Bermann, o en que el "mal se hace transparente", como lo afirmó Jean Baudrillard, en "La transparencia del mal"?

Me parece apropiado citar aquí al siempre vigente Oscar Wilde, "La civilización no termina con la barbárie, la perfecciona". Barbárie/capitalismo que impone el fatalismo de los "costos laterales". La Poesía está para decir palabras que le cabe decirlas.

EL NIÑO DE VALLECAS, de León felipe.

Este es el orden, Sancho,
De aquí no se va nadie
Mientras esta cabeza rota
Del niño de Vallecas exista
De aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.
Antes hay que deshacer este entuerto
Antes hay que resolver este enigma
Y hay que resolverlo entre todos,
Y hay que resoverlo sin cobardía,
Sin huir
con unas alas de percalina
o haciendo u agujero en la tarima.
De aquí no s eva nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.
Y es inútil, inútil toda huida
(ni por abajo ni por arriba)
Se vuelve siempre. Siempre.
hasta que un día (¡un buen día!)
El yelmo de Mambrino, halo ya, no yelmo ni bacía--
se acomode a las sienes de Sancho,
y a las tuyas, y a las mías,
como pintiparado, como hecho a medida.
Entonces nos iremos todos.
Por las bambalinas.
Tu y yo, y Sancho, y el Niño de Vallecas,
y el místico y el suicida.


EL NIÑO DE NONOGASTA

A este niño no lo mató
una bomba suicida
en las calles de Irak

No lo mató una bala de las FARC
en la selva colombiana

No fue muerto a machetazos
en alguna guerra tribal
de la oscura África

Tampoco murió por mala práxis médica.
Ni como cobayo para alguno
de los cinco grandes laboratorios del orbe

Tampoco fue arrollado
en alguna calle, ruta o autopista homicidas

No murió ahogado
bajo las aguas de un Tsunami en el Pacífico

Tampoco como sacrificio en algún rito afro,
al son de tambores, bajo la luna,
al norte de Bahía

No murió por falta de sol,
escondido en un sótano de Austria

No murió por feroces golpes de violencia familiar

No cayó muerto
por las balas de un fusil automático
en aula o en el campus
de un college del "Imperio" del Norte

¡NO!

Este niño se llamaba JEREMÍAS GUEVARA

Tenía cuatro años
y pesaba menos de ocho kilos.

Murió por DESNUTRICIÓN

En el barrio La Usina

En Nonogasta

La Rioja

Argentina

En un tiempo que es el nuestro.


NOTA 1: "El niño de Vallecas", de León Felipe. Tomado de "Versos y oraciones de caminante", Libro II, (1920 - 1930)

NOTA 2: El niño de Nonogasta. Rafael Sturla, Agosto del 2008.

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