El creador (desconocido, quizá) de esta magnífica y elocuente ánfora griega ha distinguido al personaje que aparece en el medio; está realizando algo temerario pero no se ve desesperación en el rostro y aparece calmo y mirando mansamente (y hasta, casi, con cierta resignacion); sus movimientos son ágiles y no parece un luchador fornido de estructura envidiable, no: su fuerza le viene de las orillas de su aldea y del olor de esa misma aldea y también del deseo de reconocerse en el rostro de la amada, su amada, que hace tanto no ve y sabe, lo intuye, le está esperando. Ella es Penélope. Él es Ulises cegando a Polifemo. Nosotros sostenemos con él esa lanza certera.
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