martes, 14 de junio de 2011

A UN CUARTO DE SIGLO DE SU ADIÓS: BORGES POR ÉL MISMO.



Se cumplen hoy los primeros 25 años de la muerte de este "escritor sudamericano", como él mismo se llamaba, pero universal y, ya inmortal, como lo son los clásicos. ¿Con cuál Borges quedarnos? ¿Con el cuentista, el poeta, el ensayista, el conferencista, el profesor, el irónico, el bromista, el viajero, el polémico? Yo prefiero quedarme con el Poeta y para evocarlo elijo uno poema que él tenía entre sus pocos preferidos de su extensa obra poética: Poema de los dones.
¿Por qué elegí una foto de su tumba en Plainpalais, Ginebra, para ilustrar este poema? Porque fue allí, en esa entonces pequeña ciudad, donde eligió escribir en nuestro idioma: también porque eligió ese lugar, cerca de las aguas y la brisa del Ródano de su lejana adolescencia, como su último lugar antes de dar "el último de mis pasos", como dice un verso de un poema donde la pregunta teológica y ontológica se tocan y son, lo mismo... (Cristo en la cruz, en Los conjurados, 1985).

POEMA DE LOS DONES, (de El Hacedor, 1960).

Nadie rebaje a lágrimas o reproche
Esta declaración de la maestría
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños
A unos ojos sin luz, que sólo pueden
Leer en las bibliotecas de los sueños
Los insensatos párrafos que ceden

Las albas a su afán. En vano el día
Les prodiga sus libros infinitos,
Arduos como los arduos manuscritos
Que perecieron en Alejandría.

De hambre y de sed (narra una historia griega)
Muere un rey entre fuentes y jardines;
Yo fatigo sin rumbo los confines
De esa alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente
Y el Occidente, siglos, dinastías,
Símbolos, cosmos y cosmogonías
Brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca
Exploro con el bácuo indeciso,
Yo, que me figuraba el Paraíso
Bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra
Con la palabra azar, rige estas cosas;
Otro ya recibió en otras borrosas
Tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por lentas galerías
Suelo sentir con vago horror sagrado
Que soy el otro, el muerto, que habrá dado
Los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema
De un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
Si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido
Mundo que se deforma y que se apaga
En una pálida ceniza vaga
Que se parece al sueño y al olvido.



NOTA: Tomado de JORGE LUIS BORGES, OBRA POÉTICA.
Emecé Editores. Buenos Aires, 1977.

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