sábado, 16 de julio de 2011

Alfonsina, Sylvia, Alejandra: "al cielo por el camino más arduo".



ALFONSINA STORNI, SYLVIA PLATH, ALEJANDRA PIZARNIK.

Tres mujeres. Tres poetisas. Tres, que hicieron de las Palabra su República. Vasto territorio que permite a sus hijos habitarla con su propios decires, con sus modos de apropiarse de la Palabra, las palabras. Tres mujeres, tres poetisas, que las hicieron suyas para decir/se en poemas --de los otros, y para otros-- y para relatarse, aunque siempre en forma elíptica e incompleta --en los poemas que escribieron desde las provincias/parcelas del alma que, en sus sufrimientos y vértigos, se mantienen intocadas. Alfonsina, Sylvia, y Alejandra hicieron de la Poesía su modo de nombrar Mundo: hacerlo desde y con la Palabra. La que no pudieron nunca hacerla praxis afectiva, contendora, y dadora de sentido, sostenida en el tiempo. De ahí... que, finalmente, dijeron sus palabras y se quitaron a la vida, a la Poesía, y se retiraron de este mundo por propia voluntad. Y lo hicieron cuando aún les quedaba mucho por vivir y por escribir: por cultivar/se en el Don poético, en su "horizonte poeticizado" (expresión mía y que tomo de un viejo poema que me pertenece). Al morir Alfonsina tenía 46 años, Sylvia 31 y, Alejandra, 36. ¿Qué las llevó a tomar la extrema decisión de quitarse la vida? Sólo en sus poemas podemos intentar rastrear algunas huellas de difusos senderos... Cada una de ellas vivió su circunstancia y cada una dimensionó las distintas experiencias (soledad, desamor, ausencia, etc.) como pudo. Aquí tres poemas para rescatarlas, abrazarlas, y volverlas a sentir y pensar en sus palabras.

ALFONSINA STORNI (1892-1938).

LA INÚTIL PRIMAVERA (De "Antología poética". Editorial Losada, 1968).

Veintiocho veces van que yo la veo
Trabajando capullos del rosal:
Llegó cumpliendo ardiente mi deseo,
Cuando la tuve todo ha sido igual.

Preparé un himno y se murió en gorjeo,
Me eché a ser río y terminé canal.
--En otra primavera... Devaneo.
Ya está de nuevo y sigo con mi mal.

Veintiocho veces van. De diez ya guardo
Memoria triste de aquel paso tardo
Con que los días del invierno van

Hollando el alma para hacerla casa.
Veintiocho veces van que inútil pasa.
¿Cuántas por verla aún me faltarán?


SYLVIA PLATH (1932-1963).

TEMORES (De "Árboles de Invierno", 1971).

Esta pared blanca
sobre la que el cielo hácese a sí mismo:
infinita, verdad, intocablemente intocable.
Los ángeles se bañan en ellas,
y las estrellas igualmente, en indiferencia también.
Mi medio son.
El sol se disuelve contra esa pared, desangrándose en sus luces.

Gris es la pared ahora, desgarrada y sangrienta.
¿Cómo salir de la mente?
Los pasos a mi saga concéntranse en un pozo.
Este mundo carece de árboles y de pájaros,
sólo hay agrura en él.

La pared roja no hace más que sobresaltarse:
un puño rojo se abre y se cierra,
dos papelosas bolsas grises:
he aquí mi materia, bueno: y terror también
a que llévenme entre cruces y una lluvia de lástimas.

Irreconocibles pájaros en una pared negra:
torciendo el cuello.
¡Esos sí que hablan de inmortalidad!
dos frías balas se nos aproximan:
con mucha prisa vienen.


ALEJANDRA PIZARNIK (1936-1972).

CASA DE LA MENTE (De "Poesía Completa". Editorial Lumen, 2010).

la casa mental
reconstruida letra por letra
palabra por palabra
en mi doble figura de papel

atraviesa el mar de tinta
para dar una nueva forma
a un nuevo sentimiento

abre la boca
verde de sin raíces
la palabra sin su cuerpo

un nuevo orden musical
de colores de cuerpos de excedentes
de formas pequeñas
que se mueven gritan dicen nunca
la noche dice nunca
la noche me pronuncia
en un poema



NOTA: La obra, "El hombre ante el infinito" (1950) que ilustra esta nota pertenece a Rufino Tamayo (Oaxaca, México, 1899-1991).

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